Usualmente cuando pensamos en el antiguo
arte, lo catalogamos como una cuestión más femenina que masculina. No solo los
antiguos mitos y estereotipos de la brujería están más relacionados con las
mujeres que con los hombres, sino que también en el paganismo moderno, el rol
de las mujeres y el costado feminista también tienen un lugar central y protagónico.
Asimismo, la presencia de lo divino femenino, en oposición a las religiones del
patriarcado, colabora en generar esa imagen de la brujería como un arte practicado
por la mujer. Lejos está de la intención de esta entrada el quitarle
protagonismo al lado femenino del viejo oficio, todo lo contrario. Incluso
cuando hablamos de masculino y femenino, no nos referimos únicamente a los
hombres y a las mujeres, porque dentro de cada ser humano, tenemos ambos
principios, masculino y femenino, activo y pasivo, en mayor o menor
medida.
La intención de esta entrada es tocar, al
menos de manera superficial y desde mi perspectiva personal, una cuestión que
no suele hablarse ampliamente en los círculos brujeriles, el rol de los
misterios masculinos dentro de la brujería.
Dentro de la naturaleza, existen elementos
masculinos y femeninos que no necesariamente se manifiestan en lo que nosotros
dividimos genéricamente como macho y hembra, sino en cuestiones más abstractas,
que se referencian con los polos activos y pasivos, positivos y negativos, que
configuran todo lo existente. Esa dualidad presente, que a su vez constituye
una unidad en todo lo existente, se manifiesta en cada hombre y en cada mujer.
Es cierto que la brujería tiende a manifestarse más comúnmente en mujeres que
en hombres. Los inquisidores que escribieron el Malleus Maleficarun indicaban
que la mujer era una presa más fácil de verse atraída por las tentaciones de Satanás.
Esta "opinión" no surgía solamente de una obvia misoginia, o del
hecho de que la mujer en el medioevo vivía tan oprimida y aislada que
probablemente si fuese una presa fácil de las "tentaciones de la
carne", sino también porque en las épocas paganas, la mujer era también la
sacerdotisa, la sibila, el contacto con el mundo divino. Si tenemos en cuenta,
que la brujería es también el arte de canalizar las energías espirituales y
terrenales, es lógico que la mujer, que suele tener en mayor medida el
principio pasivo de la divinidad en mayor medida, tenga una mayor facilidad a
la hora de canalizar. Esto sin embargo, no es una regla rígida. Es conocido el
ritual donde el famoso ocultista Aleister Crowley invoco a uno de los espíritus
de Marte en un joven poeta que además era su amante. El joven tenía un nivel de
sensibilidad que lo hacían mucho más apto para canalizar que a muchas
mujeres.
En resumen, dentro de cada hombre y cada
mujer existen atributos femeninos y masculinos que pueden desarrollarse en
mayor o menor medida.
Muchas veces ocurre que cuando los hombres
entramos a la brujería, nos familiarizamos inmediatamente con los arquetipos
femeninos, con los ciclos lunares y menstruales, que nos sentimos sumamente cómodos
en una religión donde hasta el lenguaje se orienta más a lo femenino que a lo
masculino. Sin embargo, llega un punto donde tenemos también la obligación de
empezar a reconciliarnos con esa otra parte de nuestra esencia, de empezar a
comprender los misterios masculinos.
Dentro del paganismo antiguo, los
misterios masculinos eran tan importantes como los femeninos. Tenemos por
ejemplo el culto romano al Dios Mitra que era exclusivo para los hombres y que solían
practicar los soldados del Imperio. Nos llevaría varias páginas explicar en que
consistía el culto mitraico, pero su relación con el Sol y con los misterios de
la masculinidad es más que obvio. El sol, representa el centro del sistema
solar y el propio ego. En la mayoría de las culturas es visto como un símbolo
masculino, el activo, el que fertiliza la tierra permitiendo que la vida
surja.
De esa manera también los momentos del
paso del Sol durante el día se relacionan con los tres periodos de la vida del
hombre Infancia/Juventud al Amanecer, Adultez/Plenitud durante el Mediodía, y
Ancianidad durante el Ocaso.
La Juventud del hombre la vemos reflejada
en muchos dioses de la Antigüedad, como Horus, Apolo, Mitra, Eros, entre otros
como el momento de mayor aprendizaje en la vida del hombre. Es joven e
inexperto aun, pero la energía es enorme por lo que comienza a construir lo que
llegara a ser. Es la época del despertar sexual, el descubrir el propio cuerpo
para descubrir luego el del compañero o compañera. Uno de los temas a tratar aquí
es la masturbación, tan satanizada o banalizada por nuestra sociedad actual es quizás
uno de los actos más sagrados de los misterios masculinos. El sexo es placer y
su principal función debe ser esa, la de proveer placer y disfrute al ser
humano. Además durante la masturbación, se liberan energías muy poderosas que
pueden encausarse para hechizos y conjuros con la llamada magia sexual. Todo
obviamente en su perfecto equilibrio, dado que no debemos olvidar también que
el lado oscuro de la juventud son los excesos debido a la inexperiencia.
La adultez, nos muestra al ser humano en
su plenitud, es el Padre protector, el jefe del Clan, padre de sus hijos o de
sus proyectos. Es el dios Astado, el hombre verde del bosque, Ra, Zeus, Poseidón,
Herne el Cazador son algunos de los arquetipos de esta etapa de la
Masculinidad. Es el hombre instruido, conocedor de su sexo. Él puede ser fuerte
pero no cruel, seductor pero no abusivo, poderoso pero no autoritario. En su
faceta oscura, vemos la sexualidad desatada, el poder mal encaminado, y el lado
oscuro del patriarcado. Esta también relacionado con los héroes de los mitos
griegos, el hombre que al haber abandonado la inocencia de la juventud se
embarga en la aventura que lo llevara a la apoteosis o al encuentro con lo
divino previo sacrificio.
Por ultimo en el Dios en su faceta de
Anciano, tenemos al iniciado en los misterios, al conocedor de lo oculto, el
Viejo Brujo, el Consejero, el Hechicero. Él es Merlín, Woden, Odín, el Hombre
Negro de los viejos aquelarres. Es quien se sacrificó por el conocimiento, y
logro obtenerlo, es Odín colgándose del Árbol del Universo y descubriendo el
lenguaje rúnico. Es el chamán de la Tribu, el maestro de las Artes de la brujería.
Otro tema importante para analizar es la
figura del Dios Astado dentro de la brujería tradicional. La antropóloga
Margaret Murray rastrea los cultos brujeriles en la Europa Medieval, y
puntualmente al dios astado. En el grimorio del Dr. Fian, miembro de uno del
Coven de North Bervick también hace hincapié en el culto a Herne el Cazador,
dios astado de algunos países nórdicos. En general en la mayoría de los
testimonios que nos llegan de los cultos y prácticas relacionadas a la brujería
vemos una entidad masculina astada o con cuernos, que acompaña a la Diosa,
llamada Dama de Oriente, Diana, Dama Holda o de muchos otros nombres. El dios
se manifiesta como el Hombre de Negro, el Cazador, el Maestro de la Hechicería.
En los brujos vive también parte de la
esencia de ese ser primordial, ese salvaje Dios Pan por cuya sangre circula la energía
indomable de la naturaleza. Ese Cazador primordial del paleolítico, responsable
de la alimentación de su Clan. El Dios que era el Ciervo que se sacrificaba y
el Cazador. Cazador y Presa, Maestro y Aprendiz.
Comprender los misterios de la
masculinidad, compartirlo junto con otros pares, enriquece el camino de todos
los practicantes del viejo oficio, además de que nos reconcilia con ese lado
del hombre que fue oprimido y deformado por las religiones patriarcales.
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